Había
una vez un águila que al nacer se cayó del nido y se fracturó un ala, cuando su
mamá llegó al nido no lo vio, divisó y de repente lo vio y lo puso en el nido.
El pichón se sentía mal, la mamá le dio de comer.
De
repente el pichón mordió a los señores. Y escapó por la bahía; mientras escapaba
el animal tropezó y cayó al mar, subiendo a una tabla que estaba a su costado logró
salvarse y llegar a tierra.
Pasado
un tiempo ambos morían de hambre, el águila montó al perro hasta llegar a un
restaurante cercano y entraron al local y la gente se sorprendió, el dueño les
dio comida y el perro cogiéndolo salió con el águila, y fuera de ese lugar
empezaron a comer.
Luego
de haber comido buscaron un refugio donde puedan vivir, ya que existía mucho
peligro en la calle.
Encontraron
una casa vieja y deshabitada donde se refugiaron. Por mucho tiempo vivieron
aventuras y travesuras, el águila creció y su ala dañada sanó y se hizo cada
vez más fuerte. A pesar que el águila ya podía volar no quiso dejar a su amigo.
La
gente que vivía por allí, se dio cuenta que estaban habitando ambos por lo cual
dieron aviso a control animal, quienes acudieron y encontraron al águila y al
perro.
Al
perro se lo llevaron a la perrera y al águila al zoológico.
El
águila al llegar al zoológico se reencontró con su madre y estuvieron felices,
pero extrañaba a su amigo. En la noche mientras el guardián les dejaba la
comida, las aves aprovecharon para escapar y se dirigieron a la perrera a
rescatar a su amigo el perro.
Mientras
el perro estaba triste en su jaula, la mamá águila voló hasta la puerta de la
perrera fingió caer y estar herida, los guardias al darse cuenta de ello
salieron presurosos para auxiliarla; mientras el águila aprovechó para entrar a
la perrera y con su pico fuerte y agudo abrió la jaula y escaparon.
Ya a
salvos y lejos del lugar las aves sujetaron fuertemente al perro y se fueron al
bosque para vivir felices y ser libres. FIN
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